Pudo ser peor
Como más de la mitad de las provincias estaban en alerta roja y las restantes en amarilla, se puede afirmar que el impacto y las consecuencias del huracán Fiona pudieron ser peores, sin ánimo de minimizar los cuantiosos daños ocasionados.
Ahora lo imperioso es acudir en auxilio de las personas damnificadas y de las que perdieron sus bienes, y trabajar sin demora en la reparación de las infraestructuras.
Empero, el peligro no ha pasado, así que no se puede bajar la guardia; continuarán las lluvias y con ellas posibles inundaciones por las crecidas de ríos y arroyos y de deslizamientos de tierras y derrumbes por la saturación de los suelos.
El Gobierno ha actuado con prontitud al disponer por decreto estado de emergencia, con todo lo que implica, en las provincias más castigadas por el fenómeno, con los procedimientos necesarios para su auxilio mediante la creación de dos centros de operaciones con sus respectivos epicentros en La Altagracia y Samaná.
Los organismos de socorro merecen reconocimiento porque mostraron nuevamente coordinación y lo mucho que hemos avanzado en prevenir desastres y responder a emergencias.
Se puede decir, sin exagerar ni aparentar zalamería, que estamos en inmejorables condiciones para afrontar cualquier embate de la naturaleza.
Y aunque hubo eficacia en la prevención y cumplimiento de los protocolos para este tipo de situación, hay un pero, un sin embargo que nunca falta a la hora de los reconocimientos, y es por la inocultable carencia del país en cuanto a la tecnología en el ámbito meteorológico.
Insistimos, con todo y la intervención engañosa y divorciada de la realidad de la directora de Meteorología la noche del domingo con la que pretendió justificar lo injustificable, que al país le hacen faltan al menos otros cuatro sistemas de radares Doppler para dar seguimiento a los fenómenos atmosféricos, y más estaciones automáticas.
Entre los parabienes por su desempeño durante el azote del huracán hay uno especial; es para los voluntarios de la Defensa Civil, los brigadistas, esos miles de ciudadanos que trabajan sin tiempo y sin paga; y que son los verdaderos protagonistas fuera de las cámaras.
Fuente: El Caribe