Sin liderazgo

La guerra en Ucrania muestra con crudeza la orfandad de liderazgo de talla mundial. En escena están, a lo sumo, medio-líderes aclamados únicamente por sus parciales políticos o ideológicos en sociedades medularmente divididas.

Incluso, hasta se pretende crear líderes o fabricarlos, es el caso de Volodímir Zelenski, sobre el que habrá que esperar para determinar qué lugar le asignará la historia, porque ha sido hechura de la manipulación mediática y de países que por delegación le agradecen “guerrear” desde su territorio.

Pero líderes exactamente, pocos o ninguno ¿O es que acaso vemos suficiente estatura o que alguno esté priorizando el desarrollo y el bienestar humano?

Es todo lo contrario, y la guerra en Ucrania es un ejemplo; lo que miramos alrededor del mundo es el empeño de las cabezas de las naciones más poderosas para acercarnos a la hecatombe o colocar a la humanidad, como asegura el secretario general de la ONU, “a un error de cálculo de la aniquilación nuclear”.

A propósito de lo de Ucrania, solo al papa Francisco se le ve demostrar la actitud que debe asumir un líder responsable cuando implora, cuando casi ruega a todos aquellos que tienen el destino de la guerra en sus manos, para que cese la violencia y se pueda reconstruir una convivencia pacífica con justicia.
El discurso del Santo Padre tiene una lógica inexorable, propia de un líder visionario que ama la paz y no azuza ni incentiva la guerra: Rechaza a Putin y la invasión; y hasta puede simpatizar por sanciones, pero se distancia de insensatos que priorizan sus propios intereses al agitar el conflicto, mientras Ucrania sufre.
Pulula el “líder” sin condiciones ni sustancia real. Al liderazgo, local o internacional, no se le compra en botica ni se llega por herencia familiar ni por fortuna.

Para ostentarlo se precisa responder a los retos de la historia, y es la razón por la que los pueblos a los falsos líderes que no responden a sus necesidades terminan barriéndolos y han hecho trizas a grandes y dotados gobernantes, fuertemente anclados en el poder y con autosuficientes pretensiones mesiánicas.

Fuente: El Caribe