El frío, nuevos albergues y el “clima” de rechazo no hace fácil el camino a inmigrantes que siguen pidiendo albergue en NYC
Todo está cambiando radicalmente para los migrantes que siguen llegando en masa a la Gran Manzana, solicitando un lugar donde pernoctar. La era de los hoteles cómodos de forma indefinida, ya llegó a su fin. El mensaje de “aquí son bienvenidos”, también se empezó a apagar.
Si se contrasta con la primavera de 2022, las reglas para estar en los refugios de emergencia, no son las mismas y el rechazo por parte de muchos neoyorquinos, sobre la forma cómo la Ciudad está dando la cara presupuestariamente a una crisis, no deja de “subir de temperatura”.
En las próximas semanas, se vienen días de invierno, lo cual imprime otros retos a la municipalidad neoyorquina, que desde el inicio del otoño ha subrayado que todos los refugios permanentes y provisionales están atosigados. Y los recursos se están terminando.
A la par, los inmigrantes no paran de arribar. Solamente esta semana se contabilizaron 2,600 personas que llegaron pidiendo donde dormir.
Ahora, con la temporada invernal en puertas. Y con una crisis que sigue tomando dimensiones abismales, se impone un nuevo desafío. Llegó el momento de enviar a familias con niños a espacios técnicamente ‘semi congregados’.
Es decir, se terminaron las habitaciones para cada familia, para dar paso a grandes espacios como Floyd Bennett Field, una antigua instalación naval en Brooklyn que ya empezó a recibir a las primeras familias, las cuales critican las condiciones de ese sitio.
Fuentes municipales indicaron a El Diario que las bajas temperaturas, que se esperan en los próximos cuatro meses, imponen costos más elevados a los ya colapsados albergues temporales instalados en carpas colectivas, que eran reservados a hombres solteros.
Los costos de la calefacción portátil, en algunos espacios, aumentará sustancialmente la factura municipal, pero también crecen las críticas de organizaciones comunitarias que consideran que espacios como Floy Bennet Field, no son adecuados para recibir a familias.
La administración de Eric Adams comenzó a imponer límites de 30 y 60 días a las estadías en refugios. También dirige a los inmigrantes a una oficina dedicada a reservar vuelos de ida fuera de la ciudad.
Y más recientemente, considera distribuir más tiendas de campaña para que los inmigrantes vivan en instalaciones de emergencia al aire libre, en pleno invierno.
“Pondrán vidas en peligro”
Ya la Sociedad de Ayuda Legal y la Coalición para las Personas sin Hogar en un comunicado, criticó esa posibilidad, al considerar que “instalar tiendas de campaña a medida que se acerca el invierno, no sólo es una burla de la obligación legal de brindar refugio seguro a personas sin hogar, sino que pondrán vidas en peligro”.
Ante la inminencia de recibir a 500 familias con niños en Floyd Bennett Field, los defensores consideran que ese sitio, tal como se está diseñando “no es seguro, ni humano para los niños”.
Rumores y desinformación en los refugios
En algunos hoteles de emergencia de Manhattan se corrió la voz este miércoles, aunque no fue confirmado directamente por El Diario, que las familias que “vienen en camino” serían recibidas en los hoteles habilitados en este condado, y quienes ya tienen meses, serán quienes deberán ir a las instalaciones de emergencia.
Una inmigrante venezolana que trataba de vender chupetas en la Avenida Roosevelt de Jackson Heights, en el momento de esta entrevista, tenía 10 días de haber sido recibida con su esposo y tres niños en un ‘shelters’ en Queens. Aunque expone que desconoce los nuevos límites de las normas de refugio, asegura que no tiene la mínima posibilidad de dejar el lugar en pocas semanas.
“Mi esposo apenas está buscando trabajo. Y yo vendo algunas cositas para al menos cubrir los gastos de aseo personal, porque la alimentación nos la cubren. Entiendo que este refugio es permanente. Que como tenemos niños no nos pueden sacar. Yo tengo fe que nos seguirán ayudando hasta que nos estabilicemos”, compartió.
Más allá del criterio de esta madre recién llegada, en refugios habilitados para hombres solteros en espacios como Austell Place, en Long Island City, esta semana era un hervidero de rumores entre jóvenes, en su mayoría latinoamericanos y africanos.
“Desde el primer día te están diciendo que solo 30 días y que tienes que aplicar de nuevo para otro sitio. Me parece que esta política es injusta. Yo tengo tres primos que llegaron hace un año y fue distinto. Ahora prácticamente te están diciendo te recibimos, pero resuelve rápido. Algo así, como arranca de aquí”, aseguró preocupado un joven inmigrante, quien prefirió no compartir, ni su nombre, ni su nacionalidad.
Todo cambió: Hay nuevas reglas
En este trance, se inserta todo un “clima” de rechazo en contra de los recién llegados, el cual se concreta cotidianamente en varios escenarios difíciles de ocultar, pero que aterriza claramente en las encuestas que siguen perfilando que los neoyorquinos, especialmente los hispanos, cuestionan la forma en que la Ciudad ha manejado esta crisis migratoria.
Hace exactamente un año, el alcalde Adams, se ponía las manos en la cabeza, pues ya el número de inmigrantes que había cobijado la ciudad de Nueva York, había roto la barrera de las 15,000 personas.
En aquel momento, se subió el tono de la petición de ayuda financiera a la Casa Blanca, se declaró la emergencia presupuestaria y continuaba el discurso oficial de “bienvenida” a los solicitantes de asilo.
Un año más tarde, lo único que se mantiene invariable es la emergencia presupuestaria y la ola elevada de solicitantes de asilo, que a la fecha suman 139,600 personas, de las cuales 65,500 viven en refugios de emergencia. De este total, menos del 10% ha hecho solicitudes de permiso de trabajo.
De resto, los recursos especiales federales no han llegado y la política municipal de brazos abiertos, mutó a una narrativa que podría resumirse, en palabras simples a: No queda más remedio que recibirte, pero trata de no quedarte mucho tiempo, porque se agotaron los recursos.
“Desde el comienzo de esta crisis humanitaria global, hemos hecho más que cualquier ciudad del país. Hemos puesto la salud y la seguridad de los solicitantes de asilo, y lo más importante, de los niños, por encima de todo. A menos que aquellos que ahora critican el uso de Floyd Bennett Field, tengan una alternativa legítima que sugerir, les pedimos que se unan a nosotros para pedir ayuda significativa al gobierno federal y estatal“, sostienen portavoces municipales.
Esta semana, el alcalde Adams dijo que está liderando una coalición con sus colegas de Chicago, Denver y Los Angeles para en coordinación con Washington, iniciar una acción “urgente de descomprensión”, lo que significa redistribuir a los inmigrantes en más de 108,000 condados que existen en todo el país.
“Debemos asegurarnos que no sea una, dos o cinco ciudades de todo el país, las que estén manejando la carga excesiva de esta crisis“, interpretó el portavoz del alcalde, Fabien Levy.
“Nos rechazan”
Previo al discurso del mandatario municipal del pasado 6 de septiembre, en donde proyectó que la “crisis migratoria destruirá a la ciudad de Nueva York”, ya pesaba en la Gran Manzana un nada oculto ambiente de rechazo a este esquema específico de migración. La aversión se concretó físicamente en protestas en Staten Island y en Brooklyn, pero más aún en las reacciones en redes sociales cuando apenas se asoman anuncios de beneficios a los recién llegados.
Miles de testimonios sobre este ambiente de rechazo, han sido compartidos por inmigrantes que viven en refugios.
Por ejemplo, el joven tatuador venezolano, Eduardo Díaz, cuenta que llegó hace 10 meses a la Gran Manzana, como él mismo describe, en la “avalancha” que cruzó la Selva del Darién desde Suramérica.
“Por varias vías se siente discriminación y rechazo. Ni hablar de lo que se lee en las redes sociales. Principalmente, los mismos venezolanos ya asentados, son quienes más nos señalan. Porque supuestamente todos somos malos. ¡Y eso no es verdad!”, destacó.
El inmigrante siente que está creciendo la narrativa de considerar que toda la ola migratoria reciente, está integrada por personas que serán negativas para la ciudad.
“Por un grupito que está ‘echando broma’ (se está portando mal), no pueden señalar a toda una comunidad, que vino a trabajar, como lo han hecho por años millones de inmigrantes”, compartió.
Por su parte la docente venezolana, Margarita Sánchez, de 35 años, compartió su experiencia desde que arribó a la Gran Manzana, hace seis meses: “Es muy duro superarse en un ambiente en donde por una nacionalidad, un grupo nos ve a todos como malandros (delincuentes). La mayoría somos gente honesta”.
Un rechazo alimentado…
En los números fríos, como lo expone la última encuesta de Siena College Research Institute (SCRI) una amplia mayoría, 82% de los neoyorquinos considera como “grave” la oleada masiva migratoria que ha vivido la ciudad desde el año pasado y 58% quiere que se le ponga fin al recibimiento de inmigrantes en estos términos.
El criterio del psicólogo social venezolano, Pablo Martín, radicado en Brooklyn, es que cuando los neoyorquinos escuchan que por cubrir la atención de los recién llegados, les cortarán servicios básicos, es predecible que surja un gran repudio.
“Esto cae en la hoguera de comunidades migrantes de larga data en vecindarios pobres, que están luchando por seguir viviendo en una ciudad, que los sigue expulsando por el costo de la renta. Esto no requiere ningún análisis de expertos”, opinó.
Martín argumenta que esta oleada migratoria tiene peculiaridades históricas pues es “ecualizada, evaluada y maximizada” por el poder “viralizante” de las redes sociales.
“Hay un conjunto de hechos, como el comportamiento muy negativo de jóvenes en las motos, que no representan para nada a una mayoría de recién llegados. Aunque en este contexto digital, genera una poderosa etiqueta. Hace una década, para que un estigma de este tipo surgiera, se necesitaban varios años o campañas dirigidas por medios tradicionales“, aseguró.
En opinión de Martín, el otro aspecto que pone combustible a esta tendencia innegable de rechazo, es que si bien Nueva York ha recibido a millones por décadas de los cinco continentes, cada oleada ha llegado a integrarse por “su cuenta”.
En este caso, en el actual imaginario social de la Gran Manzana, en donde más de la mitad ha nacido en otro país, la “queja primaria” no es un rechazo a la migración como tal, es hacia la norma municipal de albergue, que como nunca antes les está “metiendo la mano en su bolsillo”. Y, además, la Ciudad lo ha remarcado.
Solamente esta semana se anunció para noviembre y diciembre un recorte del 5% del presupuesto de las agencias municipales.
“Sería muy superficial hablar de xenofobia o de una retórica antiinmigrante. Hay hechos que disparan una percepción de rechazo. No hay una negativa a que vengan personas de otros países. No hay un odio al extranjero. El neoyorquino es muy solidario. Sino que muchos están interpretando, que tienen que pagar esa factura de hoteles y comida, con sus impuestos”, remató.
El dato:
- 350 migrantes solteros por día están dejando los refugios, desde la primera semana de octubre, pero el promedio de personas que ha llegado por día en las últimas semanas es 535, según fuentes municipales.
Fuente: El Diario