Pimentel, abandonado y arruinado

Me cuentan que en Pimentel ya no caben más hoyos en sus calles ni más deterioro en su forma de vida; que el gobierno ha olvidado las promesas hechas a sus habitantes cuando estaba en campaña; que la gente está desesperada con el polvo que levantan los vehículos cuando cruzan por sus destartaladas calles; que cuando llueve, aquello se parece a Venecia del Norte.
También me cuentan que las autoridades de la provincia ya no les hacen caso a sus reclamos e ignoran sus padecimientos sociales; que el sistema de alcantarillado no sirve y que media comunidad carece de contenes y aceras, convirtiéndolo en un pueblo degradado y deprimido; que a pesar de que su alcalde es del mismo partido que gobierna el país y que el pueblo le ha reelecto porque allí el PRM es un bastión, lo cual hace más grande la desilusión, no ha sido posible cambiarle la fisonomía a nuestro desaseado pueblo y llevarlo por lo menos a su estado primitivo.
Lo cierto es que en Pimentel no cabe más deterioro ni más pesar. Nuestro pueblo “se está cayendo a pedazos”. Sigue siendo una réplica de Macondo, es decir, un pueblo ficticio que no debería llamarse así y cuyo ánimo colectivo está repleto de pesimismo.
Pimentel está solo. Es un pueblo signado por la tragedia de no tener nadie que saque la cara por él. Una comunidad con autoridades ajenas e indiferentes a su tragedia y una población pacífica con vocación de paz.
Qué ironía: ahora que el mundo vive una era de más avance y desarrollo, nuestro pueblo acusa un deterioro mayor a cualquier otra era de su propia existencia.
Sin calles, sin cloacas, sin agua potable, sin autoridades identificadas con sus calamidades, en fin, sin alternativas, a Pimentel solo le queda encender velas, vestirse de negro y orar para que Dios ayude a sus pobladores a sobrevivir esta tragedia.
Por Heddel Cordero