El Met reimagina 4,000 años de historia con la reapertura de su ala de arte de África, Oceanía y las Américas

El próximo 31 de mayo, la luz natural volverá a recorrer el ala Michael C. Rockefeller del Museo Metropolitano de Nueva York, marcando el renacer de una de sus colecciones más significativas. 

Tras más de cuatro años cerrada, esta sección dedicada a las artes de África, Oceanía y las Américas antiguas reabre completamente transformada, con una arquitectura renovada, herramientas digitales de última generación y una curaduría que reimagina 4,000 años de historia desde una perspectiva global y contemporánea.

La renovación del ala Rockefeller es el resultado de más de diez años de trabajo conjunto entre arquitectos, curadores y especialistas de distintas regiones. El proyecto, con una inversión de 70 millones de dólares, fue liderado por las curadoras Joanne Pillsbury y Laura Filloy Nadal, esta última de origen mexicano, quienes replantearon no solo el diseño del espacio, sino también la forma como las piezas dialogan con el público. 

El rediseño arquitectónico estuvo a cargo de los estudios WHY Architecture y Beyer Blinder Belle, en estrecha colaboración con el equipo curatorial del museo. Esta transformación propone una nueva manera de mirar, sentir y conectar con las culturas representadas. 

“Este proyecto ha sido una labor de una década. Todo comenzó con una beca de la Fundación Klein que nos permitió reunirnos en la Ciudad de México con colegas de toda Latinoamérica, incluyendo el Museo Nacional de Antropología y el Museo del Templo Mayor. Desde ahí, comenzamos a reimaginar cómo debía representarse el arte de las Antiguas Américas en el Met”, explicó Laura Filloy. 

“El proceso es largo porque no solo se trata de elegir piezas, sino de comprender el espacio, los temas que queremos abordar y cómo conectar ambas cosas para construir un discurso coherente. No es solo una exhibición, es una narración construida con mucho cuidado y muchas voces”, agregó, 

Entre los objetos que cobran un nuevo sentido dentro de esta curaduría se encuentra un dintel maya que destaca por la profundidad de su narrativa visual. La escena que representa revela aspectos clave de la vida ritual y política en el mundo clásico mesoamericano, y su presencia en la galería permite explorar temas de poder, identidad y memoria desde una perspectiva indígena. 

“Una de las cosas más significativas para nosotras en este proyecto es que, por primera vez, podemos nombrar al artista detrás de una de las piezas de la colección. Se trata de Chacalte, un escultor maya que grabó su nombre junto al del rey en un lintel tallado alrededor del año 770. Es la única obra firmada de toda nuestra colección de las Américas. Reconocerlo es un acto de justicia histórica, porque así como en otras salas del museo identificamos a los grandes maestros europeos, aquí también debemos dar lugar a los creadores originarios”, contó Joanne Pillsbury.

Un espacio de larga historia

La historia de esta ala se remonta a 1969, cuando Nelson Rockefeller donó más de 3,000 piezas al museo. En 1982 se inauguró el ala que lleva el nombre de su hijo, Michael C. Rockefeller, quien desapareció en Nueva Guinea en 1961, desde entonces, las piezas se han exhibido con criterios que hoy se han transformado radicalmente.

“A diferencia de los museos europeos que heredaron colecciones reales, el Met construyó su acervo desde cero. Desde el siglo XIX llegaron piezas precolombinas que se consideraban esenciales para narrar la historia de las Américas, muchas fueron transferidas al Museo de Historia Natural en 1914 y no regresaron hasta 1982, gracias al impulso de Nelson Rockefeller; hoy, algunas, como la estela maya en sala, son préstamos oficiales de gobiernos como el de Guatemala”, señaló Laura Filloy.

El rediseño arquitectónico no solo favorece la iluminación natural y protege las obras con tecnología especializada en reducción de rayos UV; también incorpora elementos inspirados en la arquitectura regional, como las curvas del techo que evocan la Gran Mezquita de Djenné, en Mali. En la sección de Oceanía, las vigas del techo descienden para alinearse con las ventanas inclinadas, estableciendo una continuidad visual con la estructura original de los años 80.

Pero lo más relevante es lo que no se ve a simple vista. Detrás de cada vitrina hay años de investigación, consultas con comunidades indígenas, préstamos diplomáticos y una narrativa pensada para reflejar conexiones más allá de las fronteras modernas. 

“No somos un museo nacional, y eso nos permite trazar conexiones que cruzan fronteras. Podemos mostrar la ruta del oro desde Perú hasta México o destacar el jade como símbolo sagrado en distintas culturas mesoamericanas; es una forma de representar historias compartidas más allá de los límites geográficos”, explicaron las curadoras.

Entre los objetos expuestos se encuentran narigueras de Colombia, textiles de los Andes, y piezas de orfebrería que datan de hace más de 3,000 años. Una vitrina muestra una fotografía de un líder comunitario costarricense usando un pendiente similar al que está en exhibición. “Queremos mostrar que estas tradiciones no son estáticas ni del pasado. Muchas siguen vivas hoy”, afirmaron.

Con la reapertura del ala Michael C. Rockefeller, el Met no solo presenta una renovación arquitectónica significativa, sino también una apuesta por una narrativa más inclusiva, reflexiva y consciente del lugar que ocupan las culturas de África, Oceanía y las Américas en la historia del arte global. 

Gracias a las nuevas herramientas digitales, como visitas virtuales, mapas interactivos y audioguías en inglés y español, el museo amplía su alcance y derriba las fronteras modernas que hoy dividen un mundo que, para estas culturas originarias, nunca estuvo fragmentado; así, sus historias vuelven a viajar libremente y se reconectan con públicos de todo el planeta.

Fuente: El Diario